Desde una perspectiva cronológica en el campo de la educación, se reconoce que los elementos fundamentales del curriculum siempre han sido los mismos, entendidos como capacidades, valores, contenidos y métodos, cambiando su rol e interrelación en el curriculum en el diseño interno según el modelo de educación vigente.
En la educación clásica o tradicional (que se preocupaba de la gramática, retórica y dialéctica, geometría, aritmética, música y astronomía), lo relevante ha sido hasta ahora el aprendizaje de contenidos por medio de métodos o actividades. Las capacidades o valores se han desarrollado de manera indirecta sin insertarse de manera clara en los programas. Así, los contenidos han actuado como objetivos principales del proceso educativo y los métodos o actividades como medios, constituyendo éstos el curriculum explícito, y quedando relegadas las capacidades y los valores al curriculum oculto. Este modelo se refuerza con el advenimiento del paradigma conductista, al centrar el aprendizaje en lo observable, medible y cuantificable como son los contenidos y los métodos, marginando en el diseño curricular a las capacidades y valores, por no ser medibles.
En la educación activa o nueva, que surge a finales del siglo XIX, se produce una confrontación con los contenidos como formas de saber, otorgando mayor importancia a los métodos o actividades como formas de hacer, dando origen a la metodología activa. Lo central del curriculum en este caso es que, las actividades para aprender métodos como formas de hacer con algunos contenidos, pasan a formar parte del curriculum explícito, mientras que las capacidades, los valores y parte de los contenidos, quedan en el curriculum oculto.
Estos dos modelos educativos siguen teniendo presencia y vigencia en todos los niveles de los sistemas de educación, a pesar de las múltiples iniciativas de reformas. Ante esta situación se plantea como una necesidad de cambio, el desaprender y reaprender para aprender en un nuevo modelo donde, en la teoría y en la práctica se puedan orientar los contenidos y los métodos, al desarrollo de las capacidades y los valores, para promover simultáneamente la inteligencia y la afectividad en el estudiante. De este modo se posibilita el cambio necesario partiendo de un modelo conductista propio de la sociedad industrial, a un modelo socio-cognitivo como recurso de adecuación a la sociedad del conocimiento.
Un cambio en el modelo educativo supone de hecho una ruptura epistemológica, en este caso debido a que la esencia de la tesis del modelo socio-cognitivo está en que los contenidos y los métodos de aprendizaje, son medios para desarrollar las capacidades y los valores identificados como metas o fines de la educación.
El modelo socio-cognitivo se plantea como un modelo de aprender a aprender, que cuida la coherencia epistemológica, como ciencia de las ciencias que nutren a las fuentes del curriculum, entre las que destacan: la psicológica, la pedagógica, la sociológica y la antropológica; las cuales actúan como el criterio explicador del modelo y le dan su coherencia interna.
En las bases del modelo socio-cognitivo se encuentran las teorías de autores como Vigotsky, Feuerstein, Ausubel, Novak, Reigeluth, Sternberg, Detterman, Bruner y Piaget. Se trata de un modelo cognitivo, basado en el cómo aprende el que aprende, en los procesos que usa el estudiante para aprender, incorporando además el desarrollo y la mejora de la inteligencia activa.
Del campo de la psicología se integran al modelo socio-cognitivo, los avances de las teorías de la inteligencia, donde inteligencia, creatividad y pensamiento reflexivo y crítico, son temas constantes para su aplicación en educación. En este contexto desde el punto de vista del procesamiento de la información, se entiende a la inteligencia como una capacidad mejorable por medio del entrenamiento cognitivo (Sternberg y Detterman), lo cual se opone a las teorías factorialistas de la inteligencia, que consideran a la inteligencia como algo dado e inamovible en la práctica.
El modelo socio-cognitivo integra a sus fundamentos el constructivismo cognitivo de Piaget y su visión cognitiva del aprendizaje, que considera al aprendiz protagonista del aprendizaje y, al aprendizaje como la modificación de conceptos previos al incluir los conceptos nuevos en los que ya se poseen, y todo esto a través del conflicto cognitivo, resultando importante su visión de la epistemología genética.
Por su parte, Reigeluth le aporta al modelo socio-cognitivo la visión cognitiva del aprendizaje desde la perspectiva teórica de las jerarquías conceptuales y la teoría de la elaboración, que muestran que el individuo aprende cuando le encuentra sentido a lo que aprende, sentido que se manifiesta a partir de los esquemas y experiencias previas, y cuando se relacionan adecuadamente entre sí los conceptos aprendidos.
Del aprendizaje por descubrimiento de Bruner, aporta a este modelo la visión inductiva del aprendizaje, mediante tres sistemas de pensamiento, el primero llamado enactivo, que consiste en aprender por la acción de la percepción, el segundo llamado icónico, cuyo aprendizaje parte de la representación mental, y finalmente el tercero llamado simbólico, que parte del aprendizaje por el manejo de símbolos y conceptos.
La zona de desarrollo potencial de Vigotsky, aporta al modelo socio-cognitivo la existencia de una zona de desarrollo como aprendizaje potencial en los aprendices, que es posible desarrollar si se dan las condiciones adecuadas.
Por otro lado, del interaccionismo social de Feuerstein y su visión socio-cognitiva, el modelo socio-cognitivo contiene el planteamiento de cómo el potencial de aprendizaje del estudiante se puede desarrollar, a través de la mediación adecuada del docente en el proceso de aprendizaje.
También el modelo socio-cognitivo se apoya en el campo de la teoría curricular que considera autores reconceptualistas como Stenhouse, con su planteamiento de un curriculum abierto y flexible, centrado en los procesos desde una perspectiva humanista, crítica, creadora y contextualizada, orientando a la profesionalización del docente a través de la investigación, y como contraposición al modelo de curriculum cerrado y obligatorio con un sentido eficientista y enmarcado en el paradigma del conductismo.
Como fuentes sociológicas que nutren este modelo, las influencias más representativas proceden del modelo socio-histórico de Vigotsky y los modelos socio-culturales derivados del mismo, donde se estudia la dimensión contextualizada de las funciones superiores como el lenguaje y la inteligencia, consideradas como producto de la mediación cultural; de este modo el aprendizaje pasa a ser parte de la cultura.
También el modelo socio-cognitivo contiene aspectos importantes del modelo del interaccionismo social de Feuerstein que contribuye con los conceptos de aprendizaje mediado, las operaciones básicas para aprender y su sentido social, el desarrollo y evaluación del potencial de aprendizaje, la construcción de capacidades como herramientas propias para aprender, y el aprendizaje cooperativo entre iguales.
El modelo socio-cognitivo pretende potenciar la motivación intrínseca, centrada en el progreso del estudiante y en el sentido de éxito o de logro del aprendizaje. Pero, más que centrarse en los saberes de los contenidos, este modelo resalta la relevancia fundamental del manejo de las herramientas para aprender como capacidades y destrezas.
Las teorías socio-críticas también contribuyen al modelo socio-cognitivo con su aplicación a la teoría curricular de los principios de la Escuela de Frankfurt, que aportan dos aspectos importantes que son: en primer término, su visión del curriculum como integrador de los valores sociales y transformadores del contexto, y en segundo término, el análisis de la cultura social como forma de valorarla y transformarla críticamente desde la visión de la educación.
En esta dimensión social, el aprendizaje contextual y compartido es una de las principales manifestaciones del modelo socio-cognitivo, donde la enseñanza se orienta al desarrollo de facultades superiores como son las capacidades y las destrezas y al desarrollo de valores y actitudes. En este sentido, la inteligencia se entiende como producto de un contexto sociocultural y se desarrolla por medio del aprendizaje, donde la persona que se potencia es aquel que desarrolla y utiliza sus capacidades en la práctica cotidiana, y es capaz de vivir con valores en contextos sociales concretos.
En el modelo socio-cognitivo se argumenta que el potencial de aprendizaje como dimensión cognitiva, se desarrolla por medio de la socialización contextualizada como dimensión socio-cultural, donde las interacciones dialécticas entre los aprendices, como protagonistas de su aprendizaje y el escenario, refuerzan lo aprendido y a la vez, crean la motivación al contextualizar lo que aprende.
Desde esta perspectiva socio-cognitiva, se promueve una definición de cultura social, para proyectarla a la práctica curricular, al conjunto de capacidades, valores, contenidos y métodos que utiliza o ha utilizado un colectivo o sociedad determinada. Este modelo socio-cognitivo promueve una visión global del curriculum, como una selección cultural o subproducto de la cultura social e Institucional y sus cuatro elementos fundamentales: capacidades, valores, contenidos y métodos de aprendizaje, los cuales se aprenden a desarrollar durante el proceso de la educación.
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